domingo, 12 de mayo de 2013

Over the love.

"Un puñetazo en el estómago, no encuentro nada que se le asemeje más, es increible lo que una simple frase puede lograr. Como puede cambiar todo en cuestión de unos pocos segundos.
Me faltaba aire, me dije a mi misma que era imposible, no quería asimilarlo, tampoco podía. Pero sin embargo, ahí estaba, escrito, doliente. En ese momento creí tener la palabra "estúpida" tatuada en la frente. Así me sentía."

Todos lo sabían, era estúpido ocultarlo, no serviría para nada. Me sentía acosada por los varios pares de ojos que me observaban, si veía a alguien susurrar, pensaba: esta hablando de mi. 
Le buscaba con la mirada, no se si realmente quería encontrarlo, pero le buscaba. El piano sonaba inundando cada ápice de el enorme salón. Empecé a chocarme con la gente, me dije: -tranquila, no pierdas los nervios, no es el momento ni el lugar-. Comencé a desesperarme. La gente hablaba tan alto, bailaban, reían, con sus caros vestidos, sus trajes pomposos... Mientras mi cabeza comenzaba a dar vueltas, vueltas y más vueltas. -Por favor que alguien me saque de aquí- pensaba, el piano pareció sonar más fuerte, iba sin rumbo, no paraba de chocarme..
+¡Nay! oh vaya, que sorpresa, no te esperábamos esta noche.
-Bueno...yo... no pensaba
+Ya que estás aquí, ¿por qué no subes al escenario y nos cantas algo?
-No.. yo.. en realidad ya me iba..
+Vamos no seas tímida
Ante la insistencia del director de la orquesta tuve que subir, si antes pensaba que me observaban, ahora si me miraban todos, todos, menos uno.
Comencé a cantar, intenté por todos los medios que no me temblara la voz, el piano me acompañaba.
la luz era tenue, la gente había parado de hablar, mi voz se elevaba. 
Entonces, fue cuando nuestras miradas se encontraron, y el tiempo se ralentizó.
Pude observar como la copa del caro champagne se le resbalaba poco a poco de entre sus manos. Sus ojos se clavaron en los míos. Morirme, eso quería en ese instante.
El piano cesó, la canción acabó. Bajé las escaleras del escenario tan rápido como pude, pero la seda amarilla del vestido se me quedó enganchada en uno de los salientes de la barandilla dorada, tiré y se rasgó.
La gente seguía mirándome, él me miraba, lo notaba.
-¿Quién es?-preguntó una de las señoras que portaban una ostentosa peluca rubia.
+Solo una más, que se dejó atrapar en las redes de nuestro querido anfitrión+ contestó el que parecía ser su acompañante, con una leve risa al final.
"Solo una más" pensé.
Una lágrima se resbaló por mi mejilla, mientras huía del enorme salón, de la enorme mansión, de él.